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Budismo, meditação e cultura de paz | Lama Padma Samten

El contexto de entrenamiento en meditación

¿Por qué meditar? Habiendo comprendido la impermanencia y abandonado los objetivos correspondientes a la Rueda de la Vida, entendemos que sin serenidad la sabiduría no es posible, por esto buscamos ahora reposar en aquello que es estable. Buscamos estabilidad en cuerpo, habla y mente.

La primera “ancla” es el propio cuerpo. Apenas sentándonos inmóviles ya estamos removiendo obstáculos que se interponen a esta acción de inmovilidad. En esta etapa, la inmovilidad por sí misma ya es práctica espiritual. La inmovilidad nos saca parcialmente del samsara, si nos movemos es señal de que nuestra mente tiene un grado de agitación tal que la meditación puede no tener utilidad en un primer momento.
Es común que, cuando estamos en nuestras actividades, respondamos automáticamente a todo lo que aparece. De acuerdo con las diferentes circunstancias hacemos diferentes gestos. En este momento vamos a usar un proceso indirecto de pacificar la mente. Conteniendo el cuerpo, en un cierto sentido contenemos la mente, ésta se torna más pacífica. Con el cuerpo detenido, los objetos sobre los cuales la mente puede enfocar su atención se restringen, hay menos opciones. Este es el primer foco práctico en la meditación sentada, la inmovilidad del cuerpo.
El habla incluye la respiración y también las energías internas del cuerpo. En esta etapa, “habla” significa respiración serena: inspirar y expirar serenamente, silenciosamente.
El tercero es la mente que se enfoca en la respiración y la experiencia de serenidad. Esta experiencia de serenidad no es la iluminación ni liberación, es un método de entrenamiento. Es la práctica del reposo tranquilo.
Podemos escoger un objeto para fijarnos. Sin esto, generalmente la mente vaga sin control, operando karmicamente. Un objeto produce otro, que produce otro y salimos a vagar. Este vagar de la mente produce el vagar de las energías, de impulsos varios, de los que resultan las variadas acciones.
Estamos en el camino de reencontrar un rumbo seguro, un eje. Como Buda dice, en este momento estamos bajo el dominio del karma, es como si estuviésemos bajo el dominio de seres sutiles que direccionan nuestras energías internas y definen nuestras fijaciones sutiles. Para que lleguemos al punto en el cual Buda percibió “me liberé de aquellos que fueron mis señores durante incontables vidas, las disposiciones mentales y los agregados”, existe aun un largo trabajo que comienza cuando contemplamos cara a cara los impulsos karmicos y optamos por la libertad. El proceso más directo para alcanzar esto a través de la meditación comienza con la práctica de la inmovilidad del cuerpo, pero el karma se va a oponer, va a intentar desestabilizarlo, desestimularlo, deprimirlo.
En la primera etapa de entrenamiento de la meditación, la mente busca la experiencia de serenidad y mantiene el foco en la respiración. Todo lo que sucede alrededor, voces, ruidos, acontecimientos, son descartados como movimientos externos, así como los movimientos internos de la mente, pensamientos, sensaciones, emociones. No enfocamos eso, mantenemos la mente anclada en la respiración y en la inmovilidad.
La posición del cuerpo es con la columna recta, las manos con los dedos tocándose apenas. Si los pensamientos brotan con intensidad, surge una energía correspondiente y la persona, involuntariamente, aprieta los pulgares. Pruebe y vea que es así. Si se vuelve somnoliento, los dedos pulgares se alejan. La posición más adecuada para las piernas es la de loto, o sea, con los pies sobre los muslos con las plantas hacia arriba.
La columna es recta. La quijada recogida. El cuerpo no queda totalmente relajado, es necesaria la decisión de sustentarlo en la posición, esto hace parte del proceso. Sustentamos los dedos, los brazos. Los ojos observan hacia el frente, o enfocan el suelo en un ángulo de 45 grados, los párpados pueden estar completamente abiertos o semicerrados. La respiración es abdominal y se da a través de la nariz y de los labios que están entreabiertos.
Toda distracción mental o movimiento del cuerpo es visto como perturbación de la meditación. Aunque esto ocurra, evitamos irritarnos. Como un niño, no creamos tensión, no forzamos; en el momento en que notamos la distracción, retornamos al foco.
Seguimos así hasta el punto en que nuestra mente naturalmente se estabiliza. Cuando aumenta la concentración pueden surgir otros obstáculos, perturbaciones visuales (luces, colores, imágenes, etc.). Retomamos el foco y la motivación y seguimos sin impaciencia.
La posición del habla es el silencio, respiración serena. En este momento surgen los ojos que ven más allá de las imágenes, de la forma. Vemos los vientos internos, las energías, vemos si el amor o la compasión están presentes, pero esto no se da con los ojos físicos. No se ve esto con imágenes. A través de los vientos, el amor, la compasión y las energías pueden ser vistas de modo objetivo, concreto. La meditación cambió, la segunda etapa ya está surgiendo.
En la segunda etapa de la meditación, buscamos un poco más de conciencia sobre el proceso de los vientos internos que comandan los pensamientos, liberan las energías, comandan los impulsos y la sustentación del karma. Nuestra rápida reacción a las cosas se da a través de los vientos, todas las cosas se manifiestan a través de vientos específicos comandados o surgidos automáticamente. Es bueno que, a través de la meditación, consigamos lavar las impresiones residuales que manifiestan los automatismos del cuerpo. Cuando las energías están perturbadas, transfieren las perturbaciones a las gotas que comandan, y esto genera desequilibrios y dolencias. La meditación, por su vez, actua sobre la energía y los vientos, estabilizándolos, armonizándolos, lo que produce la recuperación de la salud.
¿Cómo hacer esto? Con la mente enfocamos la respiración, inspiramos hacia cuatro dedos debajo del ombligo y expiramos irradiando por todos los poros del cuerpo.  Podemos expirar direcionando los vientos hacia partes específicas del cuerpo en donde haya desequilibrios. Primero una pierna, después la otra, progresivamente a todo el cuerpo. Si tenemos una dolencia el lugar presenta latidos. Seguimos el proceso de reequilíbrio hasta disolver la sensibilidad. Esta práctica trae la recuperación de la salud y de la ecuanimidad. Tomando la ecuanimidad por referencia, desenvolvemos la conciencia del cuerpo sutil que comanda las acciones y de las energías que surgen inseparablemente de él.
Antes de la práctica de meditación es muy auspicioso hacer postraciones ante los símbolos de la naturaleza de lo absoluto. Lo que se postra –nuestro cuerpo, habla y mente duales – es impermanente, va a desaparecer. Es importante reconocer este aspecto finito. Lo finito se postra ante lo ilimitado. Vamos al suelo y hacemos la postración en cuerpo, habla y mente. De esta forma nuestra mente se pone en una condición receptiva, propicia a la práctica.
Cuando vamos al suelo, mentalmente, tomamos refugio en las tres joyas, los tres aspectos de la iluminación que se manifiestan como compasión: Buda, la propia naturaleza ilimitada que es también nuestra propia naturaleza, y es inseparable de la naturaleza ilimitada de todos los seres iluminados, el Darma, la comprensión que brota de la naturaleza ilimitada, y la Sanga, el conjunto de los que practican en busca de la libertad. Quien hace la postración es nuestro “yo”, nuestro cuerpo, habla, mente e identidades finitas. Esto produce liberación pues estamos apegados a esos aspectos. Mirando al cuerpo y a la mente como nuestra esencia nos movemos todo el tiempo protegiendo los impulsos que brotan de ahí. La obediencia a los impulsos es la esencia de la experiencia de una identidad personal. En el momento de la postración, a través de la propia práctica, desenvolvemos la conciencia de este proceso y podemos liberar estas fijaciones.
Si acogemos cualquier tipo de fijación, el surgimiento es inevitable. Todo sufrimiento se origina de esta forma y las dificultades también. Así, cuando, con la intención de tomar refugio en nuestra naturaleza ilimitada, vamos al suelo y lo tocamos con los cinco puntos de nuestro cuerpo – manos, rodillas y cabeza – es nuestra  naturaleza limitada la que está yendo al suelo curvándose ante la naturaleza ilimitada. Esto produce liberación. Cuando nos levantamos lo hacemos con la naturaleza ilimitada. Los cinco puntos que tocamos en el suelo nos liberan de los cinco venenos y de las seis emociones perturbadoras, generadoras de las 10 acciones no virtuosas y sustentadoras de la Rueda de la Vida.
En el momento en que vamos al piso dejamos estas seis emociones perturbadoras: orgullo, rabia, ignorancia, carencia, envidia y deseo/apego. Cuando nos levantamos, hacemos el voto de Bodichita: “hasta que el samsara sea vacío, buscaré incesantemente traer beneficio y felicidad para todos los seres, reconociendo que todos fueron mis madres y padres”. Con este propósito son hechas las postraciones, estas palabras describen la experiencia interna que acompaña las postraciones.
En todo esto existe un aspecto sutil a ser considerado: la diferencia entre comprender la práctica y ejercer la práctica. Externamente parece todo igual pero dentro existe una diferencia. Por ejemplo: cuando observamos mentalmente lo que es hacer práctica nos vemos postrándonos y levantándonos mientras recitamos, pero esto no es todo. Esto no es aun la experiencia propiamente tal de de postrarse, liberarse de las emociones perturbadoras, levantarse y recitar. Lo mismo con respecto a los votos. Aunque podamos comprenderlos y entender cómo operan, hay una diferencia entre esto y la decisión real de traer beneficio a todos los seres.
En este momento en que ustedes están aquí oyendo, no estamos exactamente practicando o experimentando lo que está siendo hablado. Hay una expresión importantísima: transferencia de conciencia. Cuando hacemos práctica efectivamente, nuestra mente pasa por una transferencia de conciencia correspondiente. Incluso no es necesario que haya una comprensión de cómo se da este proceso, basta con que él ocurra. Esencialmente, practicar compasión es hacer práctica, ya que pensar sobre la compasión es solo pensar. Uno trae transformaciones instantáneas a la mente, que pasa a imaginar y tener los impulsos correspondientes a la compasión. El pensar sobre ella no produce la energía de acción correspondiente a la compasión propiamente, por esto es distinto de la práctica de la compasión propiamente tal.
Se puede hacer postraciones ante una foto de Buda, vasijas, altar, piedra, flores, vela. Después, recitamos el homenaje a Buda y los votos de refugio. Cuando hacemos ese homenaje es también un homenaje a nuestra propia naturaleza ilimitada. Si tenemos la experiencia de hacer este homenaje de hecho, significa que estamos reconociendo que la naturaleza libre es de gran valor. En respeto, nuevamente hacemos postraciones, una cada vez que recitamos cada voto de refugio.
Después, si nos estamos introduciendo a la práctica de meditación, podemos sentarnos y estar 10 minutos en silencio, es la meditación de la serenidad y tranquilidad. Si hacemos antes las postraciones será mucho más fácil alcanzar la experiencia de felicidad, alegría y serenidad porque ocurre en un paisaje previamente purificado desde el punto de vista karmico. Esto limpia las conexiones karmicas y cuando nos sentamos en silencio surge una gran emoción de gratitud a los Budas, a todos los seres iluminados. Después usted puede hacer 10 ó 15 minutos más con foco en la respiración y energía. Al final, la dedicación.
¿Por qué estas etapas son importantes? Porque van a abrir experiencias reales. La serenidad rompe nuestra conexión con el samsara. Cuando alcanzamos la realización de esta práctica surge una experiencia de felicidad tan intensa que no existe ningún paralelo en el samsara. De ahí en adelante éste no tiene más el poder que antes tenía. Es como si la persona, en ese momento, hubiese descubierto un foco de mente que produce méritos maravillosos, felicidad intensa, ofuscando al samsara entero. Al final de esta, que es la primera etapa de entrenamiento de meditación, ya existe este poder. ¿Por qué no es aun la liberación? Es debido a que esta experiencia esta dependiendo de la meditación propiamente tal – tiene un inicio, mitad y fin. Es impermanente, es construida, no es aun el estado natural de libertad lúcida de la mente.
La segunda etapa de entrenamiento de meditación nos lleva a la experiencia de ecuanimidad. Con esto se produce el rompimiento de los karmas sutiles que se manifiestan en el comando de los vientos y acciones. Los karmas que no podemos localizar de forma cognitiva están ligados a todos los procesos obsesivos en la forma de asociación de pensamientos y dependencias, por ejemplo, a fumar, al azúcar, a la rabia, a la envidia, en fin, a todas las emociones perturbadoras. Todas estas experiencias son no-cognitivas, son miedos, formas de defensa de las elecciones karmicamente elegidas. La ecuanimidad purifica estas marcas, pero la iluminación aun está lejos.
En cada etapa observamos las ventajas, las cualidades que surgen. Igualmente importante es observar los obstáculos que aun están presentes, por ejemplo, en las etapas de meditación descritas hasta ahora, seguimos con la experiencia clara de la conciencia de un “yo”. Una identidad personal que está maniobrando, produciendo todas estas transformaciones, o sea, dirigiendo la práctica de meditación propiamente tal… por tanto, solo estamos “afilando” los instrumentos…
Después, aceleramos este proceso y conscientemente vamos a llegar a los obstáculos y trabajar sobre ellos, aumentando la decisión de penetrar en la región karmica. Más adelante vamos a aumentar la capacidad de foco de la mente, va a surgir la experiencia de concentración donde nos sentamos y apagamos toda conexión a objetos internos o a conexiones externas y reposamos completamente serenos e unifocados. En este punto hasta podemos pensar “estoy iluminado”, lo que aun sería un engaño… La liberación aun está lejos.
Está lejos porque en este momento aun existe la experiencia de una identidad personal como agente de toda acción. Esta es aun meditación impura. Más adelante surgirá la “meditación pura sin sabiduría”, un proceso en el cual la meditación no bloquea la acción sensorial, la mente se mantiene completamente concentrada y atenta, pero imperturbable, enfocando todo lo que ocurre en las diez direcciones –norte, sur, este, oeste, las intermedias, más zenit y nadir.
Cuando se produce esta experiencia, surge un gran divisor. Ahora existen los méritos de estabilidad y concentración que permiten la práctica de la sabiduría. Es el momento para recibir las enseñanzas sobre la naturaleza de la realidad. Es el acceso a la experiencia de que la realidad externa y el observador surgen conjuntamente, de modo inseparable, en el mismo fenómeno. Ahora es posible la meditación con sabiduría. Fuera y dentro son lo mismo, lo que no era comprendido hasta entonces. Comienza, así, otra etapa de meditación que culmina en la experiencia de la perfección de todas las manifestaciones. La belleza y perfección surgen como atributos naturales de todos los aspectos de lo que antes se llamaba samsara. La acción en el mundo no limita más la libertad.
Trecho de una palestra proferida por Lama Padma Samten el 16/4/1998 en el CEBB Menino Deus (antigo CEBB Porto Alegre)
Traducción: Paquita Gaete
Revisión: Sergio Neveu

Enlace original: http://www.cebb.org.br/o-contexto-do-treinamento-em-meditacao/

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